conexión en un mundo material
Gracias a la tecnología estamos más conectados que nunca. Plataformas como Blockchain han transformado la economía y el ecosistema digital y, con ello, ha cambiado nuestra manera de trabajar, se han acelerado procesos y desmontado las jerarquías tradicionales. Sin embargo, a pesar de la facilidad que tenemos para comunicarnos, la soledad y el aislamiento se han convertido en problemas de salud globales. ¿Qué rol pueden jugar arquitectos, diseñadores y urbanistas para que los ciudadanos nos sintamos mejor y también más conectados unos con otros? Quizás deberíamos mirar atrás, concretamente al año 1975. El Walden fue un edificio residencial revolucionario, concebido con un alto componente social, algo así como un vecindario dentro del propio edificio. El mismo objetivo se puede atribuir al fenómeno global de co-working, en el que un diseño inteligente y flexible ha conectado a gente de distintas culturas y profesiones. Quizás la clave para conseguir esta conexión entre el individuo y el espacio resida en la ciencia. Precisamente, los principios de la neuroarquitectura persiguen ayudarnos a que nos sintamos más conectados con este espacio construido por el hombre y, también, entre nosotros.
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