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Share, Like, Love: ¿Por qué diseñar para una economía colaborativa es diferente?
Diseñar espacios que conecten a la gente y que ofrezcan un estilo de vida más libre es el reto de diferentes arquitectos en base a la economía colaborativa.
Frontera libre (Fronteira Livre) – Placemaking urbano en São Paulo
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31/08/18
- Tendencias en diseño

La economía colaborativa se ha vuelto tendencia. En un período relativamente corto de tiempo, empresas como Uber y Airbnb han cambiado nuestra relación con las cosas que poseemos. Desde la producción hasta los modelos de negocio, desde el consumo hasta la propiedad y desde el diseño hasta la usabilidad, la economía colaborativa ha afectado la forma en que llevamos a cabo las transacciones, las conexiones y las relaciones. La tecnología ha jugado un papel importante en esta transformación, pero la forma de abordarla y su impacto siguen siendo muy humanos.
La tecnología ha permitido desarrollar muchos de los aspectos de la economía colaborativa.
Conectividad, blockchain y el internet de las cosas (IOT) junto con las múltiples y variadas funciones que desempeñan los teléfonos móviles, permiten la máxima movilidad, personalización y ajustes a medida. Algunas empresas emergentes han sabido sacar provecho del auge del hogar compartido y han creado diferentes tipos de hardware como el de la cerradura inteligente August, además de otras aplicaciones que garantizan una máxima seguridad en el proceso de check in/check out automático o remoto. Otras empresas emergentes interesantes como Ping han desarrollado dispositivos para los «intercambios de casas» y huéspedes que actúan como guías digitales y conserjes.
Sin embargo, más allá del hardware inteligente y de las aplicaciones, se halla la idea fundamental de lo que significa compartir, especialmente el hogar, el ámbito más íntimo y privado. Joe Gebbia, cofundador de Airbnb, habló en este TED talk sobre cómo las casas del futuro se diseñarán para ser compartidas. «La economía colaborativa va más allá de una simple transacción económica… La economía colaborativa es comercio con la promesa de una conexión humana. Los hogares actuales están diseñados en torno a las ideas de privacidad y separación. ¿Qué pasaría si las casas estuvieran diseñadas para ser compartidas desde un inicio? El diseño puede ayudar a superar nuestro prejuicio más profundamente arraigado: “desconocido es igual a peligro”.»
Estos ejemplos pueden sonar muy abstractos, pero los primeros en incorporar esta mentalidad ya están descubriendo no solo las múltiples ventajas y ahorro del sistema, sino también las historias personales y el significado que el concepto compartir, en sus mejores formas, puede aportarnos.

A partir de mi propia experiencia laboral y a lo largo de mis viajes, me gustaría destacar tres ejemplos:
Diseñar para compartir es distinto. Obtuve mi Máster de Arquitectura en Harvard Graduate School of Design, así que a menudo reflexiono sobre el uso de los espacios por parte de las personas. Cuando en 2012 empecé Makers of Barcelona, un espacio de cotrabajo, tuve que considerar cómo diseñar el espacio, qué mobiliario poner e incluso elegir los objetos decorativos con el objetivo de conseguir que las personas se sientan completamente en casa y que, sin embargo, cuidaran de todo como si fuera de otro. Creé espacios flexibles que pueden reconfigurarse para adaptarse a diferentes usos con paredes divisorias móviles y mesas y sillas con ruedas, manteniendo un plan de espacio abierto para optimizar las interacciones entre los miembros. De hecho, algunos de los interiores más vibrantes e innovadores se están diseñando para espacios co-working, como por ejemplo Betahaus y Second Home, por los arquitectos españoles SelgasCano.
Compartir es comprometerse – literalmente. Uno de los libros más emotivos que leí en la universidad fue The Seven Lamps of Architecture de John Ruskin. Recuerdo claramente que contenía dos ilustraciones de hojas. En una, las hojas son perfectas en su simetría, espaciado, sombreado y todo lo demás: implican una creación que está terminada, permanente y perfecta para ser admirada. En la segunda ilustración, las hojas son asimétricas, desiguales, tal vez incluso desfiguradas, pero igualmente hermosas. Invitan al lector a imaginar su historia, a buscar sus similitudes y diferencias, tal vez incluso a reorganizarlas mentalmente en otra configuración. En otras palabras, la segunda ilustración provoca curiosidad, asombro e interacción. Eso es lo que da vida a los espacios compartidos: hacen que las personas se sientan como participantes, no como visitantes. Las personas se preocupan más por los espacios y los espacios parece que se preocupan más por ellas. Como cada uno de nosotros, los espacios compartidos están «en proceso».
Compartir es algo más que ahorrar dinero: se trata de conexiones humanas. Estuve hace poco en Nueva York y un amigo me invitó a visitar un nuevo espacio coworking/coliving. Estaba escéptica pero quería realmente ver a mi amigo, así que fui. El espacio se llama Assemblage NoMad y, cuando entré, pude observar que no era un espacio de cotrabajo normal y corriente. El fundador de la iniciativa descubrió que tenía un cáncer en estado avanzado, cambió su vida y se centró en el bienestar, la salud interna y su entorno. Cuando su salud mejoró, decidió crear un espacio en el que otros pudieran trabajar y vivir, o, como dice su web: «una comunidad de individuos que creen que el mundo está al borde de una evolución consciente colectiva…»

A menudo oímos cómo las empresas establecidas están siendo alteradas por la economía colaborativa. Pero, ¿podríamos considerar alterar el concepto mismo de propiedad? A medida que los sistemas compartidos hacen que sea más fácil y más habitual (y, sobre todo, más económico) compartir nuestros recursos, la pregunta es si necesitaremos poseer algo, desde casas hasta automóviles y otras pertenencias.
¿Qué sucede cuando avanzamos hacia una sociedad donde el alquiler, ya sea de una habitación, un automóvil o de herramientas de bricolaje, sea la norma? A medida que la economía colaborativa rápidamente se convierte en algo cotidiano y que una nueva generación opta cada vez más por un estilo de vida más libre y con menos apegos y compromisos con los objetos, las hipotecas y la vida en general, ¿qué significado tiene poseer cosas? Con esta disrupción de la propiedad en mente, los diseñadores se están preparando para renovar nuestros entornos de vida, trabajo y ocio con la idea arraigada de compartir. La «economía colaborativa 2.0» ha imaginado diseños incluso más radicales como las habitaciones de hotel sin conductor donde, en lugar de alojarnos en hoteles en nuestro próximo viaje, podemos reservar uno de estos módulos de alojamiento sin conductor con todas las comodidades que siempre has soñado, y que te llevará de una reunión a otra.
Imagen descatada: Makers of Barcelona