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Participación ciudadana y formas de habitar conviviales
Arquitectura comunitaria como medio para la transformación social
Arquitectura con sentido
Habitar en plural
12/12/22
- Tendencias en diseño

¿Será que llevamos tantas décadas viviendo inmersas e inmersos en un sistema-mundo basado en lógicas modernas, capitalistas, neoliberales y patriarcales que nos resulta extraño, ajeno y utópico concebir otras formas de convivencia que no estén basadas en la competencia y la individualización? ¿Seremos capaces de reintegrarnos y transitar hacia la realidad compleja de la vida social desde procesos comunitarios conviviales y colaborativos?
Por mucho tiempo hemos sido testigos de los efectos de lo que Echeverría (2016) ha nombrado como «modernidad capitalista», cuyo proyecto civilizatorio ha derivado en la construcción de un sujeto universal, en la homogeneización de las formas de vida, en el desarraigo cultural y en grandes desigualdades a lo largo y ancho del planeta. Esto no hubiera sido posible sin alimentar «la fantasía de la individualidad» (Hernando, 2012), la naturalización de la competencia, los espejismos de la meritocracia y la profesionalización del saber.
Así mismo, la exaltación de la tecnocracia, aquella en la que los «expertos» y los «especialistas» se adjudican la autoridad para formular diagnósticos e imponer soluciones, se ha conjugado en dicho proyecto civilizatorio con aquello que Quijano describe como «colonialidad del saber» al negar tanto los conocimientos locales desescolarizados que históricamente han sostenido la vida como su producción colectiva que surge de la experiencia y la vida cotidiana, de la interacción entre las personas y su entorno.

Con el paso de los años dicho sistema–mundo de «orden patriarcal» (Segato, 2019), cargado de actos hegemónicos y de dominación, ha deteriorado significativamente la autonomía de la personas para gestionar colectivamente la producción, transformación y mejoramiento de su hábitat. Es así que la noción de «Producción y Gestión Social del Hábitat» (PyGSH) surge desde los años 60 como una corriente alternativa para promover la búsqueda de una transformación social basada en acciones colectivas, organizadas y participativas.
Su postura ética y política nos demanda una toma de conciencia reflexiva sobre nuestro pensar y actuar en el mundo para no reproducir acciones que generen violencia, racismo, dominación y desigualdad social. Pero para ello se vuelve necesario partir de repensar los retos actuales del hábitat, su realidad interdimensional e interescalar, por medio de la visión estructural y sistémica del pensamiento complejo. Este nos aproxima a comprender la interrelación de los distintos fenómenos que componen la realidad socioecológica del habitar humano desde cuatro dimensiones: territorial–ambiental, económica–productiva, socio–cultural y política–normativa; conformando así una unidad indivisible que integra procesos únicos, dinámicos, interdefinibles y relacionales (Enet, Romero, Olivera, 2008).

La PyGSH rompe con la ideología de la modernidad patriarcal, fundada en la competencia, la individualización y la dominación, en el momento en que su eje metodológico–práctico se basa en la participación de diversos actores que colaboran desde la auto-organización, la autonomía y la libertad, en busca de una sociedad más justa, democrática y equitativa. El término «participación» implica el reconocimiento del «otro» a través del trabajo colaborativo de personas que determinan por sí mismas sus objetivos y los caminos a partir de los cuales quieren llegar a ellos (Romero, Mesías, 2004). Así mismo, implica necesariamente procesos sociales de redistribución del poder en los que las personas, lejos de ser espectadoras o consumidoras pasivas, se involucran de manera activa, responsable y organizada en la toma de decisiones sobre la producción de su hábitat por medio de procesos interculturales, interepistémicos, interactorales e intersectoriales.
«La PyGSH, aquella que se apoya en procesos auto-gestionarios colectivos por implicar capacitación, participación responsable, organización y la solidaridad activa de los pobladores, contribuye a fortalecer la prácticas comunitarias, el ejercicio directo de la democracia, la autoestima de los participantes y una convivencia social más vigorosa».(Ortiz, 2012)

Pero, ¿cómo aprendemos–hacemos desde otra forma de convivencia que integre dicha pluralidad de voces, saberes, emociones y experiencias vividas? En este sentido, la participación propone un diálogo deliberativo, un proceso de mutuo aprendizaje que acepta el conflicto, admite la argumentación y el debate público (Pyatok, Weber, 1976). Lo anterior nos lleva a replantear nuestro rol en la arquitectura para transitar de una praxis tecnocrática, impositiva e inhabilitante a un acompañamiento integral (técnico y social) que exige emanciparse de aquellas posturas moderno-patriarcales para reaprender nuevas formas de sentir, pensar y hacer mundo, congruentes con la postura ética-política de la PyGSH. Así mismo, la participación retoma las cualidades del pensamiento estratégico al promover la capacidad creativa y de aprendizaje de una comunidad para imaginar futuros posibles, desde diversas acciones colectivas que sean: flexibles y adaptativas al momento y contexto (Enet, 2010).
El camino que nos plantea la PyGSH nos exige despojarnos de la tan promovida figura del arquitecto o arquitecta como centro del conocimiento y la creatividad, así como de la búsqueda de reconocimientos individualizados que únicamente exaltan su condición de artista. La transición hacia futuros vivibles, hacia pluriversos, donde el acto de diseñar recupere su complejidad ontológica relacionada con la libertad de habitar y la autonomía, nos exige participar activa y conscientemente en formas más relacionales de diseñar nuestro hábitat. Implica, por ende, diseñar colaborativamente un panorama común de estrategias, herramientas y formas de habitar conviviales que nos permitan transformarnos reflexivamente en el proceso mismo de creación y producción de nuestro hábitat.
Imagen principal: Diagnóstico participativo con mujeres ixtepecanas para definir estrategias colaborativas de un proceso de reconstrucción social del hábitat. Foto © Comunal