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Moda de dentro hacia afuera
Ampliando nuestro sentido del estilo
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Consumo creativo
07/12/21
- Futuro

Hace poco almorcé con Sarah Somers, la fundadora de Deseda, una marca con sede en Chicago que trabaja con especialistas italianos en seda y artistas internacionales para crear moda en pañuelos de seda de edición limitada y fabricados artesanalmente. Los pañuelos Deseda están disponibles en Internet, pero Sarah me explicó que el principal motor de las ventas de pañuelos de seda es el tacto, el cual no puede reproducirse con la tecnología digital. Sarah no es una persona ajena a las nuevas tecnologías. De hecho, los alegres e intrincados estampados que definen a su marca se obtienen gracias a la impresión digital de última generación. Su característica combinación de alta tecnología y artesanía permite que los valores de antaño y los actuales evolucionen conjuntamente. Pero no existe una configuración digital del ritual que ella ha presenciado una y otra vez en su tienda y en las ventas privadas a profesionales o clientes: la sensación de frescor y suavidad que proporciona la seda al deslizarse sobre el cuello, el pelo y los hombros de los clientes. Los vivos y atractivos colores atraen todas las miradas e invitan a tocarlos y a envolverse en ellos. La sensación del tejido sobre la piel da sentido al elevado precio y cierra la venta.
La creciente popularidad de Deseda, que ha aparecido en Vogue y cuyos pañuelos han sido escogidos por numerosas celebridades, puede explicarse de diversas maneras: se ha producido un resurgimiento de la moda de los años setenta y ochenta, dos décadas en las que los pañuelos jugaron un papel relevante; el auge del estilo Zoom, en el que solo importa el exterior y los colores aparecen con gran brillantez en la cámara; la expansión de los modelos europeos de lujo a los mercados americanos (el experto en marketing Clotaire Rapaille dijo en su día que el paradigma de lujo francés era un pañuelo de Hermès y el americano era una buena nevera). Pero en mi opinión, su éxito se debe a que la moda cambia, y lo está haciendo de una forma que puede llegar a sacudir sus propios cimientos. Nos hemos acostumbrado a seguir la evolución de la moda a través de estilos visuales, de siluetas y dobladillos y es posible que nos encontremos en un momento en el que el tacto esté predominando e incluso superando a la vista como principal forma de participación en este mundo.

Varias marcas vieron venir este cambio. Hace varios años Lululemon lanzó la campaña «Science of Feel» (Ciencia de las Sensaciones), que permitía a los clientes seleccionar ropa de deporte en función de cómo querían sentirse al llevarla: podían sentirse «abrazados», «sujetos», «ceñidos», «relajados» o «desnudos». Definieron sus innovadores tejidos como creadores de sensaciones e invitaron a los clientes a adquirir las sensaciones que deseaban. Lululemon reemplazó rápidamente esta estrategia por una centrada en el lenguaje más tradicional de funciones y acción. Todavía no había llegado el momento adecuado.
Pero quizás las cosas hayan cambiado hoy en día. Una señal de este cambio sería el énfasis, inspirado por la pandemia, que se ha puesto en la ropa y los productos para el hogar que generan sensaciones de confort: mantas, velas, sudaderas, pantalones de chándal, mallas, rebecas, kimonos, pijamas, zapatillas de cama, incluso los vestidos de andar por casa de inspiración retro recuperados por la marca hípster Batsheva. Otra señal sería el auge y la mezcla de productos de bienestar con la industria de la moda y la belleza. Un ejemplo lo encontramos en las salas de entrenamiento dentro de las tiendas de la marca Free People y las clases de gimnasia Movement. Pauline Brown ha denominado «inteligencia estética» a la mentalidad que lleva a incorporar los sentimientos a la moda. Esta inteligencia estética no se centra tanto en la belleza y sí más en el atractivo de las sensaciones físicas. En un momento en el que la vida transcurre cada vez más en una pantalla, la cual nos proporciona imágenes impactantes y un sonido extraordinario, pero no es capaz de recrear el tacto, las sensaciones hápticas y aquellas relacionadas con la piel están cobrando cada vez más importancia.
El auge de la moda de las sensaciones se produce al mismo tiempo que otros movimientos innovadores que están cambiando no solo el aspecto de la moda, sino también su relación con la piel. El activismo en favor de la gordura, la moda de las tallas inclusivas y la celebración de una serie de formas y tallas físicas están logrando que la moda deje de ser principalmente una forma de disciplinar y castigar el cuerpo para que se someta formalmente a fin de lograr un «aspecto» deseado (esta óptica está integrada en el vocabulario del estilo). Este puede ser uno de los motores de una moda de sensaciones personificadas más que de simple deleite visual, aunque es evidente que uno de los componentes más radicales de este movimiento es la creación de un léxico visual y un gusto más diverso por encontrar la belleza en la variedad física más que en la uniformidad. No obstante, centrarnos en cómo nos hacen sentir los tejidos o las siluetas en lugar de pensar en el aspecto que tenemos con ellos nos permite ampliar nuestra visión acerca de qué estilos son adecuados para según qué cuerpos e incluso qué tipo de cuerpo es agradable tener. Esta lógica también influye en la relación entre moda y género; imaginemos lo que supondría elegir prendas y accesorios en base a la cinética de las sensaciones (girar frente a levantar; firmemente apoyado o quieto) o a los estados emocionales (poderoso o juguetón; eficiente o creativo) en lugar de seguir las normas de género.

Una moda de los sentimientos, regida por una inteligencia estética matizada, también puede influir de forma más sostenible en el modo en que el sector interactúa con el medio ambiente. Aunque la moda rápida puede imitar el aspecto de los productos más sostenibles, es mucho más difícil imitar su tacto. Pero incluso los tejidos de menor precio pueden beneficiarse de las pátinas de tacto de los materiales envejecidos, del mismo modo que el tejido deformado, menos consistente, estirado y suavizado de las camisetas vintage les añade valor en lugar de disminuirlo. Tener en cuenta las buenas sensaciones de nuestra conciencia moral a la hora de vestirnos ya está impulsando diferentes tipos de decisiones de consumo entre los milénicos y la generación Z.
¿Qué pueden hacer los diseñadores interesados en que la moda se vuelva táctil? Pueden empezar a pensar desde dentro hacia afuera, imaginando sensaciones agradables sobre la piel, estados de ánimo de la mente y el corazón, modos de conciencia o enfoques del mundo y empezar a traducirlos en estilos. Si una sensación se puede sentir también puede ser creada: ¿qué sentimientos evocan las diferentes texturas y quién puede desearlos? Aunque los humanos occidentales, urbanos y modernos tienen sentidos visuales, auditivos y culinarios bastante desarrollados, hemos permitido que nuestra comprensión y cultivo de la estética del tacto y el olfato languidezca o se detenga excesivamente en formas negativas de la experiencia (la eliminación del olor, por ejemplo, o la idea de sufrir por la belleza). Pero como nuestras vidas nos hacen anhelar cada vez más las experiencias materiales que nuestras pantallas no pueden ofrecernos, aunque solo sea para poder asimilar toda la gama de información sensorial que nuestro cuerpo puede proporcionarnos, podemos esperar que esos sentidos descuidados y la información que reciben sean cada vez más importantes y más deseados.
Imagen principal: Pensando en cómo los textiles y las siluetas hacen sentir un cuerpo, invitando a una expansión de nuestro tacto sensorial. Modern Love, pañuelo de seda de DESEDA de edición limitada, diseñado por la artista Kasia Niemczynska. Foto cortesía DESEDA